El de las vidas cruzadas se ha convertido en todo un género cinematográfico probablemente desde que a comienzos de los 90 el gran Robert Altman rodase la grandísima Short Cuts. Diría que es mi género favorito, un modo de contar historias que me fascina porque en ese microcosmos en pantalla cada vida es importante, cada historia es significativa, pero en el fondo es sólo parte de un todo, lo que las empequeñece y desprovee de importancia. Una vez más la verdad 24 veces por segundo. Mis favoritas:
Grand Canyon (
Lawrence Kasdan, 1991): con la ciudad de Los Angeles como escenario (lo que será casi una constante en este tipo de películas) varias vidas se entrecruzan de un modo magistral en un guión impecable. Se diría la influencia más directa y descaradilla de la reciente Crash, uno de los últimos ejemplos del género. La convergencia de todos los personajes al borde de la inmensidad del Gran Cañón es una de las escenas más sobrecogedoras que yo haya visto en el cine.
Short Cuts (
Robert Altman, 1993): a pesar de no ser la primera, es conocida como el gran precedente, la que creó escuela en muchas de las películas posteriores de los 90 que abordaron este modo de narrar. De nuevo en Los Angeles, un panal de historias que hablan de muerte, infidelidad, reproches y venganza. Ha dejado en nuestra retina la espléndida imagen del felpudo de Julianne Moore.
Happiness (
Todd Solondz, 1998): otra de las imprescindibles del género. Es toda incorrección y crítica corrosiva. Sórdida y deprimente, pero maravillosa. Algo así como la versión hardcore de Short Cuts, pero trasladada a un suburbio de New Jersey. Un matrimonio, tres hermanas y sus maridos, novios y amantes ocasionales.
Magnolia (
Paul Thomas Anderson, 1999): objeto de obsesión para servidor.Mi película favorita, no sólo del género, sino de toda la historia del cine. Supuso para mí un antes y un después. El enfant terrible que es su director abordó este proyecto con la grandilocuente idea de crear uno de los cinco mejores guiones de la historia del cine. Para muchos peca de excesivamente larga, pero entre sus innumerables méritos está el de su realización, una partitura (score) que deja sin respiración a cargo del que considero el mejor compositor cinematográfico en la actualidad (Jon Brion), los estremecedores temas de Aimee Mann y el haber dictado sentencia en el género: después de ésta, ya nunca volvió a ser el mismo... o sí?
Amores Perros (
Alejandro González Iñarritu, 2000): esta vez en Ciudad de México tres historias de amor a las que acompañan perros fieles, perros de pelea o chuchos mimados. Accidente de por medio (otra constante del género) y una inmejorable carta de presentación de Iñárritu, que le cogió el gusto a esto de las historias cruzadas rodando en 2003 la menos afortunada, para mi gusto, "21 gramos" y la que esperamos con impaciencia, "Babel".
El último beso (
Gabriele Muccino, 2001): la gran desconocida, la inmensa aportación italiana al género. Ocho personajes de distintas edades personifican las diferentes etapas del amor. Toma mucho de Magnolia, entre otras cosas, ese crescendo emocional impulsado por la música, pero tiene tantos méritos que debe ser incluída como un clásico del género. La interpretación de Stefania Sandrelli, una de mis actrices favoritas y algo así como la Carmen Maura italiana, es absolutamente maravillosa.
La seguridad de los objetos (
Rose Troche, 2001): otra de mis favoritas. Retrato de las relaciones entre cuatro familias vecinas en el típico barrio residencial norteamericano. Personajes rodeados de posesiones a las que tienen un cariño especial y que les proporcionan esa extraña seguridad imposible de hallar en los seres humanos. Y una Glenn Close que vuelve a dejarnos boquiabiertos.
Lantana (
Ray Lawrence, 2001): peliculón australiano bastante desconocido, pero soberbio. Un thriller psicológico sobre el amor que comienza con la aparición del cadáver de una mujer no identificada. La investigación que promueve el detective (Anthony Lapaglia) y el desarrollo de la historia van destapando los secretos de varias parejas en conflicto. Todo ello envuelto en una atmósfera fría y desapacible como pocas veces he visto en el cine.
Historias Mínimas (
Carlos Sorín, 2002): qué gran película. Para mí lo es porque habla de algo vital: cualquier cosa, por absurda y disparatada que sea, merece la pena si para tí es importante o te hace feliz. Que un hombre dé insistentemente el coñazo con una tarta de cumpleaños que parece no vaya a llegar nunca a su destino o que una mujer recorra cientos de kilómetros para concursar en un programa cutre de tv cuyo mayor premio es un simple robot de cocina es sólo una muestra de estas historias mínimas, pero llenas de importancia, valor y dignidad.
Nueve Vidas (
Rodrígo García, 2006): ya escribí una entrada comentando lo mucho que me gustó. Algo más que su evidente buen guión e interpretaciones debe tener cuando a día de hoy sigue en mi cabeza. Nueve historias de mujeres, nueve instantes que llevan anexos sus nueve vidas correspondientes, algunas de ellas entrecruzadas, otras tangenciales. Unos planos secuencia memorables y unas actrices a las que se debería premiar conjuntamente.
Para Xabi.