16.1.07

El porqué de Cosimo (dedicado a TB97, persona de palabra)

"Fue el 15 de junio de 1767 cuando Cosimo Piovasco di Rondó, mi hermano, se sentó por última vez entre nosotros. Lo recuerdo como si fuera hoy. Estábamos en el comedor de nuestra villa de Ombrosa, las ventanas enmarcaban las tupidas ramas del gran acebo del parque. Era mediodía, y nuestra familia, siguiendo una antigua tradición, se sentaba a la mesa a esa hora, pese a que ya cundía entre los nobles la moda, llegada de la poco madrugadora corte de Francia, de almorzar a media tarde. Soplaba un viento del mar, recuerdo, y se movían las hojas. Cosimo dijo:
- ¡He dicho que no quiero y no quiero! - y rechazó el plato de caracoles. Jamás se había visto desobediencia más grave.
-¿Y bien? - dijo nuestro padre a Cosimo.
- ¡No y no!- dijo de nuevo Cosimo y rechazó el plato.
-¡Fuera de esta mesa!
Pero ya Cosimo nos había dado la espalda a todos y estaba saliendo de la sala. Corrió al jardín y comenzó a trepar al acebo, árbol familiar para nosotros y que al extender sus ramas a la altura de las ventanas de la sala imponía su actitud desdeñosa y ofendida a la visión de toda la familia.
Cosimo subió hasta la horqueta de una gruesa rama donde podía estar cómodo, y se sentó allí, con las piernas colgantes, los brazos cruzados con las manos bajo los sobacos y la cabeza hundida entre los hombros.
Nuestro padre se asomó al alféizar.
-¡Cuando te canses de estar ahí cambiarás de idea! - le gritó.
-¡Nunca cambiaré de idea! - dijo mi hermano, desde la rama.
-¡Ya verás en cuanto bajes!
-¡No bajaré nunca!
Y mantuvo su palabra".


Así comienza el libro que ha llegado a convertirse en pura obsesión para mí, El barón rampante de Italo Calvino.
Desde que creé el blog, hace ya casi un año, hasta ahora, nunca han dejado de preguntarme de dónde venía el nombre. Así que supongo que no podía quedar sin explicación.

Calvino escribió en 1957 la que para mí es una de las obras maestras literarias de todos los tiempos. A la edad de 12 años, Cosimo se encarama a un árbol del jardín paterno. Ese mismo día anuncia su propósito de no bajar nunca de los árboles. Desde entonces, y hasta el final de su vida, permanece fiel a una disciplina que él mismo se ha impuesto. Participa en diversos acontecimientos históricos, pero sin abandonar nunca esa distancia necesaria que le permite estar dentro y fuera de las cosas al mismo tiempo. En esta obra Calvino se enfrenta al que es su verdadero tema narrativo: "Una persona se fija voluntariamente una difícil regla y la sigue hasta sus últimas consecuencias, ya que sin ella no sería él mismo ni para sí ni para los otros".

La imagen de Cosimo subido a un árbol, observando el mundo desde lo alto y manteniendo una constante separación con las cosas se me quedó grabada en la mente a la edad de 17, cuando descubrí esta novela que me cambió la vida.
De pequeño, yo solía pasar parte de mi tiempo encaramado a una gran encina del jardín familiar. La indescriptible sensación de estar a unos pocos metros del suelo, pero en otro mundo, es de esas cosas que siempre llevo conmigo.
Cuando comencé la universidad y desde todos los frentes se me arengaba para que fuese alguien, la imagen de Cosimo era tan recurrente para mí como la estampa del Che o la silueta del Principito lo eran para otros: sé lo que quieras ser, pero sé consecuente. Fíjate una disciplina y cúmplela hasta sus últimas consecuencias.
De pequeño tenía la absurda manía de clasificar a mis compañeros de escuela entre los que se subían a los árboles y los que no lo hacían. Y quizá ahora de adulto, lo hago en función de los que son consecuentes con sus ideas y los que no.
De donde se deduce que esta magnífica novela contiene tanta sabiduría que deja impronta por igual en jóvenes y adultos.
Creo que mantener esa distancia con las cosas es un requisito para ser feliz, ahora lo comprendo mejor que nunca. Estar dentro y fuera de todo al mismo tiempo, pero siempre siguiendo la dura tarea de ser quienes queramos ser.
Calvino es autor de varios otros de mis libros favoritos, entre los que se encuentran "Si una noche de invierno, un viajero", tan pasmosamente brillante que recuerdo haber soltado el libro en varias ocasiones mientras lo leía para dejar escapar una risita nerviosa y tomar aire.
Era un genio indiscutible de la literatura al que Pasolini alabó de una forma que me encanta:

"Su prosa más francesa que toscana,
su estro más volteriano que tradicionalista:
su sencillez no gris, su mesura no tediosa,
su claridad no presuntuosa.
Su espléndido amor por el mundo
fermentado y enrevesado en la fábula"

Lo cierto es que El barón rampante está plagado de esa cosa llamada "estro". Cada uno de sus pasajes es tan palpable y transmite tanto la pasión con que debió ser escrito que las páginas llegan a convertirse en un estorbo.
Me puede la devoción ciega que le profeso a esta obra, así que me paro aquí...
Si queréis descubrirlo por vosotros mismos, daréis con un libro brillante, sobrecogedor, que habla de la soledad, del compromiso, del amor desmedido por la vida y de que el complejo de Peter Pan es lo que realmente nos convierte en adultos inteligentes.

Gracias a todos los que os pasáis por aquí, me leéis, me informáis, me hacéis reir y me emocionáis a partes iguales.

1.1.07