28.5.08

¡Habemus peliculón!


Pues nada, que me ha gustado una barbaridad esta película.

Repasando la filmografía de Sidney Lumet me he dado cuenta de que no he visto ni una sola de sus películas. Me he estrenado con ésta y no podría haber empezado con mejor pie porque es una verdadera maravilla.

Dos hermanos que necesitan pasta para costearse el tren de vida que lleva uno y las deudas del otro maquinan un plan para hacerse con el dinero. Pero un fallo de cálculo y la mano del destino convierten sus vidas a partir de entonces en una auténtica tragedia griega ambientada en el Nueva York actual.
Me ha recordado a Cassandra`s Dream, de Allen, pero mejor pulida, mejor interpretada, más oscura y más trágica. Mejor acabada, en suma.

Para mí, lo que la hace distinta por sí misma son pequeños detalles que la desmarcan del tipo de película que podría pensarse que es a juzgar por ese cartel que tan poca justicia le hace.
Por ejemplo, contiene un par de magníficas secuencias en silencio que dejan a los personajes desnudos, más útiles que cualquier información que se nos pudiera suministrar en un diálogo.
La tragedia se dosifica a la perfección y eso hace que el ritmo de la película sea simplemente brillante.
Planea una oscuridad sobre toda la historia (ayudada por una excepcional y amarga banda sonora) que crea una atmósfera densa y asfixiante. Una especie de bomba de relojería que va poniendo al descubierto cada vez con más desgarro la verdadera condición del ser humano, y este tipo de asuntos cuando son de familia adquieren un tono verdaderamente dramático.

Con permiso de Bardem, le concedo el puesto de mejor actor del mundo a Seymour Hoffman. Yo a este hombre le daría un Oscar por cada papel que interpreta.

Ethan Hawke, que gana con los años, se desenvuelve de maravilla y Marisa Tomei ( Marietta, esconde las uñas, que te veo...) hace un papel de reparto ideal. Esta actriz es un poco como el Guadiana, pero yo personalmente lo agradezco porque no sé qué tiene o qué le veo que siempre consigue llenar la pantalla ante mis ojos y siempre dando la réplica en historias muy interesantes.

Son de las dos mejores horas que he pasado en el cine en mucho, mucho tiempo.

25.5.08

Desafectado


Recuerdo que en mi época de estudiante a jornada completa me hacía a menudo a mí mismo la promesa de que si algún día dejaban de afectarme ciertas cosas me retiraría a un lugar solitario tipo Palacio del Potala en el Tíbet para castigar con la soledad mi indolencia ante la vida.

Bueno, de eso hace mucho. Y el río no es el mismo río y lo único que permanece es el cambio. He cambiado, que es lo más natural y beneficioso para el ser humano, y ahora mismo estoy en un punto de completa indiferencia. Eso no implica que me convierta en un despechado que urde su venganza contra el mundo (qué poco sirvo yo para eso...), pero sí en algo quizá más dañino: una persona a la que le importa todo tres pimientos.

No me apetece ir a clase, mover un dedo por salvar una amistad que se viene abajo, dar los buenos días a quien no lo merece, hacer favores desinteresados a personas interesadas, sentir compasión por las circunstancias ajenas que la otra persona se ha buscado ella solita, llorar cuando veo a otro hacerlo, hace aprecio a quien merece desprecio y una larga lista de cosas que me pueden hacer ganarme la indiferencia de más de uno (cosa que, dado mi estado, tampoco me importa).

Se me pasará, lo sé. Pero de momento es lo que hay y me niego a obligarme a lo contrario. No me viene mal una temporada así, sin sufrir por hacer el esfuerzo de salvar diversas situaciones que se vienen abajo o por el daño de darme de cabezazos contra la pared.

Sigo con las aventuras y desventuras de la Gautier y parece que estoy mimetizando su comportamiento porque me resbala todo cosa fina.

No se encuentran entre ese tipo de cosas las circunstancias de mis buenos amigos, eso está claro. Pero sí las de todas esas personas satélite o grano en el culo de cuya vida no debería importarme más allá de una conversación de ascensor y cuyo abandono no debería producirme nunca más un miedo atroz.

A partir de ahora, los que estén serán los que serán y no al revés.

18.5.08



Que nadie se escandalice. Ni este video representa lo que ahora siento ni experimento una sensación especial al ver a la gente que lo protagoniza haciendo lo que hace.
Es sólo que de la mezcla del universo de Mike Mills (del que me confieso un devoto) y de la música de Blonde Redhead (de la que también soy un apasionado) sólo podía salir un vídeo tan diferente como éste.

5.5.08

Qué tendrá la princesa


La historia de la literatura está llena de personajes que aunque aparentemente lo tienen todo no son felices. Poseen dinero, belleza y toda una cohorte de admiradores que suspiran por formar parte, aunque sólo sea de un modo tangencial, de su círculo de amistades. Sin embargo, un poso de tristeza les hace desviar la mirada hacia su interior tratando de tapar el hueco que les atraviesa.
Este mito de los pobres niños ricos se ha centrado más que nada en los personajes femeninos, y no sólo en la ficción. No hay más que ver la fascinación que despiertan en nosotros todas esas vidas de seres que a pesar de estar tocados por la gracia divina en términos de belleza, dinero y suerte incuban una melancolía que les impide vivir.
Así se nos ha vendido la historia de Marilyn, por ejemplo. Y, más recientemente, la de Heath Ledger, un actor de talento y belleza crecientes que por las noches no podía conciliar el sueño...
Confieso que me fascinan este tipo de personalidades porque evidencian el esfuerzo hercúleo que para muchos supone mantener una apariencia de éxito a todos los niveles cuando su interior se halla prácticamente en ruinas.
La historia de Margarita Gauthier, La dama de las camelias, siempre me ha llamado la atención, y por fin me he decidido a leerla:

"¡Veía la infeliz en aquellos objetos tantos emblemas de su belleza y su vida! También ella, como aquéllos, era un adorno inútil, un capricho, un juguete frívolo, expuesto a romperse al primer golpe, producto deslumbrador de una sociedad caduca, ave de paso, hermosa aurora que duró un instante. A tal extremo había llevado la ciencia del bienestar interior y la adoración de sí misma, que sería imposible encontrar nada comparable a sus trajes, a su ropa blanca, a los menores detalles de su servicio, porque el adorno y realce de su belleza fueron, en toda época, la más grata y encantadora ocupación de su vida.
Murió dulcemente arrullada y consolada por mil voces enternecidas y por mil cuidados fraternales; no tenía ya adoradores...pero jamás tuvo tantos amigos, y sin embargo, se despidió sin gran pena de la vida. Y después de arrastrar tanto lujo y de provocar tanto escándalo, tuvo el supremo talento de querer ser enterrada en cualquier rincón oculto y solitario, sin boato y sin ruido"