
Qué a gustito estaba yo recreándome en mis más de 40 comentarios, ahí, dejando que se pudriera el post y aprendiendo de todos vosotros aquello que siempre quise saber del activismo-pasotismo y nunca me atreví a poner en práctica. Hasta que ha llegado
Sky, con su puntual toque de atención cuando una entrada se me pasa de fecha, y me he dicho "levántate y actualiza, que hay una legión de fervientes seguidores a las puertas de tu blog". Me encasqueto mis gafas de sol XXL, pero en lugar de lanzar improperios contra mis fans, me acerco a vosotros en un acto de humildad y os digo:
¡Gracias a todos por vuestros comentarios, os estoy tremendamente agradecido! (aunque los offtopics han campado por aquí a sus anchas...)
Me confesaba
A este sábado, entre muecas de decepción, sentirse avergonzada de los cortometrajes que ha venido realizando desde hace unos años: "no hago más que verles fallos por todas partes"- me decía - "además, no creo que puedan interesarle a nadie". Con más alcohol del debido anegando mis conductos sanguíneos y ante la horrible visión de una persona de enorme talento no creyendo en sí misma, me ví en la necesidad de revelarle a
A el secreto de la autoconfianza:
"Todo se reduce a la Ley del Dharma", acerté a pronunciar.
"¿Y?"
"Bueno, la ley del dharma es un principio del hinduismo que afirma que cada uno de nosotros tiene un talento singular y una manera igualmente singular de expresarlo. Es decir, que existe algo que cada uno de nosotros puede hacer mejor que nadie más en todo el mundo".
Esto acabó por confundir a
A un poco más:
"Pero, ¿y si no es la capacidad para contar historias ese talento singular que, se supone, poseo?"
"Si sientes que lo es por derecho propio, simplemente apuesta por ello; nadie nunca te lo puede reprochar, seguramente lo hagan, pero sus opiniones nunca estarán fundadas en nada que se pueda demostrar. El hecho de creer ser el titular de ese talento único ya te da vía libre para desarrollarlo de la manera que estimes más conveniente".
A pensó que era esa justificación la que se daban a sí mismos cientos de miles de personas que insisten machaconamente en dedicarse a algo para lo que no han nacido. A lo que yo respondí: "bueno, ¿dónde está escrito ese talento para cada uno de nosotros? Puede que nunca aparezca algo que nos lo confirme, así que aplícate a lo que te pida el cuerpo, que igual estás cumpliendo con tu destino y no eres consciente".
Al día siguiente enciendo la tv, resaca del 15 mediante, y contemplo atónito cómo un afamado bailarín español define el arte de su baile como "el orgasmo de Dios" y confiesa que, cuando baila, está poseído por esa misma fuerza que inspiró a genios como Picasso, Lorca y Cervantes...
De inmediato, preso de un sentimiento de culpa por haber hecho creer a
A la tontería aquella del Dharma, descuelgo el teléfono yme pongo en contacto con ella:
"Hola, ¿qué tal?"
"Bien, aún sigo pensando en lo que me dijiste ayer..."
"Olvída esa estupidez por completo... ¿tú qué tal andas de ego?"
(Dedicado a
A, a quien le falta ese ego que a otros les sobra).