25.6.08

El arte como reflejo de la vida


¿no es eso lo que se suele decir? No lo sé, el caso es que anoche a eso de las 3 me detuve a mirar mi mesa de trabajo y ví en ella un símil de lo que es mi vida de un tiempo a esta parte: hay una especie de work in progress a causa del cual está todo desordenado y con una aparente falta de objetivos claros. La inspiración llega de noche, tarde, y si algo se pierde entre los papeles ya aparecerá, no voy a removerlo todo para recuperar objetos inservibles.

23.6.08

Young Love


Para Marietta. Para que nuestro idilio no sea solamente un rollo de verano.
Mi canción favorita de esta época te la dedico.

15.6.08

Cinco años no es nada

Cinco años ha habido que esperar para que uno de mis grupos favoritos, Girls in Hawaii, publique nuevo trabajo, Plan your scape.

La vuelta ha sido menos sutil, más introspectiva, más cruda y menos inocente que su primer album From here to there, con el que fueron abanderados del pop naif.

Estos chicos han crecido y aunque siguen adentrándose en los bosques, envueltos por la niebla y reflexionando sobre la hierba mojada, han dejado de perderse.



9.6.08

Una chica cortada en dos


Creo que ya comenté una vez que Chabrol es uno de mis directores fetiche y que, superada la indiferencia que al principio me provocaba el estilo frío y sobrio de sus películas, ha conseguido cautivarme con sus recurrentes temas sobre los recovecos del alma burguesa de provincias, el poder, la ambición y su personalísima forma de ver el amor.

Con "La chica cortada en dos" no sólo lo ha vuelto a hacer, sino que lo ha hecho como pocas veces.

Con esta película, uno de los papás de la Nouvelle Vague le da a las clases altas la patada más fuerte de toda su filmografía y demuestra una asombrosa capacidad para esquivar los conceptos de moralidad - inmoralidad como si de agua y aceite se tratase. Y no como modo de venderse a sí mismo y a su cine, sino como convicción absoluta de que los términos del bien y del mal son tan relativos como intocables.
Posee un guión plagado de genialidades, más barroco que cualquier otro de sus anteriores películas y sin concesiones a ningún tipo de convención ( y es en este punto donde merece todos mis elogios).
El trabajo de los actores es simplemente magistral, empezando por Ludivine Sagnier, que pone un inmenso talento al servicio del papelón que le ha tocado, pasando por el gran Francois Berléand y terminando por un Benoit Magimel (suspiro...) que desconcierta al principio por su exagerada interpretación pero que acaba resultando absolutamente creíble en su caricaturización de niño rico. En realidad, nada en esta película suena a impostura porque el que conoce la obra de Chabrol sabe que ha dicho todo lo que tenía que decir sobre la burguesía a la que tanto gusta atacar. Quizá esa caricatura ridícula de las clases altas que refleja el film es el siguiente paso natural en su cine (algo así como que si el modus operandi de las clases altas es ridículo sólo puede filmarse en términos caricaturescos).

Chabrol ha tomado un hecho real acontecido en USA a principios del XX y lo ha convertido en una brillante reflexión con múltiples lecturas sobre lo que es ese amor escondido bajo los protocolos que establecen el dinero, la ambición, la perversión o la degradación del ser humano.
No es sólo la historia de una chica dividida entre dos amores, sino una reflexión sobre el amor que nos divide, que nos deja de forma perpetua cortados en dos.

Lo más curioso de esta gran película es que no gana por lo que no se dice, sino - y a pesar de - por lo que dicen y hacen sus personajes, que pueblan un ambiente degradado y malsano en el que de forma milagrosa hay espacio para los verdaderos sentimientos. Es decir, que el amor crece en los terrenos más insospechados, incluso los recubiertos de perversión, ambición, ego y poder.
Me pareció una película ágil, redonda, perfecta, genial en todos los aspectos y con un bellísimo final que ya forma parte de mi particular universo cinematográfico.

Una absoluta maravilla, aunque puede no convencer a los detractores de Chabrol que le acusan de repetirse hasta la saciedad. Lo reconozco, pero eso, sinceramente, no me molesta.