Durante sus años de estudiante en otra ciudad, había estado trabajando como acomodador en uno de esos cines de inminente reconversión en multisalas comerciales.
Los tiempos muertos de su jornada, que coincidían con las sesiones cinematográficas, los aprovechaba para escapar a la sala de proyección y, una vez en ella, someter a las películas a una inofensiva amputación, que resultaba inapreciable a ojos de ese público asistente en forma de cabezas recortadas sobre la pantalla: “nadie distingue un segundo de cine compuesto por 23 fotogramas frente al habitual de 24, no echan en falta esa milésima de segundo que yo recorto, me guardo en el bolsillo y me hace tan feliz.”
“He capturado tantos micro tiempos cinematográficos: Antoine corriendo hacia el mar, los decorados distorsionados del Doctor Caligari, Mamba Negra en actitud de venganza y, sin duda lo mejor, la espléndida nuca de Patricia sin aliento, al final de la escapada.”
Abrió una diminuta caja de cerillas donde reposaban apilados pedazos de 0,041 segundos de duración, significativos y valiosos en sí mismos toda vez sacados de contexto.
“Esto es cine”- dijo. “Acércate conmigo a la luz y contemplaremos el cuello de Jean Seberg”.
Mientras él observaba ese momento congelado de la película, imperceptible entre los otros 23, pero tan único y significativo, yo me deleitaba con su interminable nuca.
Fue sólo cuestión de milésimas de segundo, nada relevante para el ojo humano, pero tan especial e irrepetible que sin ello la historia no podría contarse del mismo modo.
Bajó la mano que sostenía a la luz la imagen de Patricia mientras poco a poco me quedaba sin aliento.
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5 comentarios:
¡Eeeeeh, que pensaba que me había equivocado de blog y resulta que no!
¡PreciOso doble juego de nucas! (qué pasote la Seberg en esa peli, ¿no?; menudo bellezón).
Eso es toda una declaración de principios.... Y de AMOR al cine.
;-))
Ánimo y suerte.
Un beso
(¡Y qué maravilla de película, por dios! Nunca olvides que yo te la presenté)
bonita coleccion de verdad , buen blog
saludos
Precioso post!
Que bonico Cosimo Paraiso, sin aliento me dejas tú durante 49 segundos.
Poder reir, reir, reir descaradamente, reir como un vaso que se derrame, absolutamente roto de rozarme con todo, herido en la boca por moler cosas, con las uñas sangrantes de agarrarme a ellas, y asignadme después el calabozo que queráis, que yo me acordaré de su nuca, de esos microsegundos que construyen la vida y de tus post-minutos.
Montaña
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