15.5.07

Trotando


El amor es la mayor manifestación de egoísmo que existe. No nos engañemos. No hay drama en ello, pero a todos nos honraría mucho reconocerlo. He llegado a la conclusión de que en una etapa simple y no muy avanzada del amor, lo que amamos no es a la otra persona sino el sentimiento de satisfacción que experimentamos cuando estamos con ella. Nos encantan las mariposas en el estómago, los besos que le damos, los que recibimos, su reconfortante presencia y un sinfín de manifestaciones que nos hacen sentir bien, pero que sólo nos afectan a nosotros mismos.

Ahí empieza el problema, o parte de él. No hay cosa más difícil que equilibrar las necesidades de ambas partes. E inexorablemente, en este punto, la culpa se cierne sobre el pobre que se deja arrastrar por sus egoístas instintos. Amar completamente a una persona equivale, a mi parecer, a ser capaz de dejarla marchar si así lo decide. ¿Cómo se puede retener a quien amas? ¿Se puede ser más egoísta?

Es comprensible que en el mundo en que vivimos hayamos hecho del amor otro campo de pruebas de nuestra inagotable ambición, esa que colmada nos reportará (temporalmente) una gran satisfacción.
Qué triste que hasta en estas cosas nos comportemos como auténticos caballos de carreras.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Creo que has sido un poco reduccionista. Claro que todo se basa en nuestra satisfacción personal (eso incluye los orgasmos que le daban a la madre Teresa de Calcuta cada vez que veía a un leproso al que cuidar) pero luego hay mil motivaciones para sentir esa satisfacción personal... y mil tipos de satisfacción (orgullo, deseo, amor...)

Anónimo dijo...

Absolutamente de acuerdo.

No hay mayor verdad en aquello de "si amas a alguien déjalo libre".

El egoismo del ser humano no conoce límites.

Es un gusto volver a leerte en plena forma (¡y veo que el cerebro sigue tan activo como siempre!)

Anónimo dijo...

Hombre, una de las cosas gratas de esa cosa llamada Amor (si es que existe) es ver que el otro también disfruta. Si no, yo no lo quiero a mi lado por mucho que me ponga.

De todos modos, yo cada vez creo menos en el concepto. Voy aprendiendo un algo, y me da taaal pereza andar con tanta chuminada que me encuentro... ¡Con lo sencillo que debería ser todo esto!

MM de planetamurciano.tk dijo...

Uff; esto sólo lo puede haber escrito alguien ke lo ha pasado mal keriendo....Recientemente...
A ver; yo lo ke creo es ke aunke kerer sea egoista, lo chulo es ke mientras ke lo practicas, no te das cuenta, ni pasas cuenta al otro. Las reclamaciones siempre vienen despues.

Anónimo dijo...

Creo que el amor, ese abstracto concepto y tal como nosotros lo entendemos, no es tal, si no va unido a ciertas dosis de egoismo.

Una cosa son las decisiones al respecto, pero el deseo de uno sobre el otro ha de ser egoista, lo demás se basa en una serie de pactos que no siempre se acuerdan entre dos (aunque si deben e ser aceptados al menos por el reclamado). El resto es otra cosa más mística y altruista, pero no amor, al menos no el amor carnal y posesivo tal y como se entiende "a pie de calle".

¿el amor es dejar ir? puede ser, pero que te duela y arrepientas después seguro, de lo contrario no es amor, es...."chirichimichi".

Cosimo dijo...

Como sucede siempre, vuestros comentarios albergan más inteligencia y experiencia que mis posts.
Cada uno contiene una parte de la solución al problema.

Sky, pero sean cuales sean esas motivaciones, al final lo que buscan es la satisfacción personal.

Life, qué va, mi cerebro comienza a activarse ahora. Ha habido partes de él que han permanecido dormidas mucho tiempo.

TB, es lo que yo pienso: vamos a dejarnos de tantas gilipolleces. Sólo con pensar en el drama que se avecina me entra una pereza horrible.

Jan, tienes mucha razón y, aunque no se ha acabado nada aún, estoy empezando a darme cuenta de cosas, pero no las reclamo ni creo que lo haga.

Mel, qué sabio consejo. Yo no niego la parte que el egoísmo debe jugar en todo esto, sólo que, cuando no se equilibran las necesidades mutuas, a uno de los dos le paraliza la culpa por dejarse llevar por su inofensivo egoísmo.