"Now I'm waking up, I'm gonna stay in the sunshine"... Así reza el estribillo de una canción de
Juliana Hatfield.Si hiciera una encuesta entre los lectores con la pregunta
"¿Se come mucho Cosimo la cabeza?" como tema, el resultado sería unánime y por todos conocido. Nunca dije que este blog naciese con ánimo de lo contrario. No engaño a nadie, así que ¡punto para mí!
Ha llegado el momento de decir que todo eso se está disolviendo como roca calcárea. Han sido las lluvias recientes las que me han ido erosionando la piedra que permanentemente tengo en la cabeza, y ahora estoy perdiendo peso, que no masa, cerebral (ya sé que peso y masa son dos conceptos inseparables, pero permitidme el juego lingüístico allá donde se encuentre).
No creáis que son estas fechas lo que me enternece.
Ha empezado una nueva etapa en mi vida. Lo estoy presenciando y lo afirmo con total conocimiento de causa, no para convencerme de que así es porque así me gustaría que fuese. Estoy empezando a dejarme en paz porque he aprendido a observarme desde lejos y a verme disfrutar.
Pierdo peso en la cabeza, me voy quitando capas, me hago más ligero y me lleva el viento. Y así llego antes, suavemente y sin oponer resistencia. Cabalgo desnudo bajo el sol sobre un caballito blanco (que es el de los sentidos) y como fondo de escena miles de radiantes girasoles cuajados de semillas, promesas de lo que está por crecer.
.
No, no es eso, no he encontrado aún el amor, pero me sigo enamorando mucho y muy profundamente. Llevo una temporada en la que no paro de conocer a gente muy estimulante en todos los aspectos. Algunos se han convertido en buenos amigos y los que han pasado de refilón han dejado su impronta. Los amigos de siempre me han demostrado porqué no me equivoco al compartir mi vida con ellos, al hacerles partícipes de mis alegrías y mis penas (y entre ellos se encuentran unos cuantos bloggers, que significan para mí infinitamente mucho más de lo que ellos imaginan). Por otra parte, me estoy sumergiendo cada vez más en lo que me gusta, en mi profesión, en mi escuela, en los vericuetos de todas aquellas cosas que me apasionan...
Buff, qué mal me manejo en situaciones de euforia; no por falta de costumbre, sino por incapacidad de compartirlo adecuadamente. Pero no me importa que se me tache de infantil, supongo que es parte de todo comienzo: se empieza a crecer, está todo por aprender.
Tengo un dispositivo infalible en mi organismo que me hace detectar cuándo empieza algo nuevo. Y ahora está pitando y alertándome de que me vaya preparando, que el sol brilla con fuerza, que me desnude y me suba a ese caballo blanco que aquí comienza el viaje.