Raza ¿humana?

Confieso que tengo un miedo horrible desde hace años: que entren a robar a mi casa y puedan hacernos daño a mi familia o a mí.
Ayer por la mañana mi hermana pilló dentro del jardín de mi casa a dos chicas rumanas menores de edad forzando una ventana del salón con unas tijeras de podar que encontraron en el sótano. Previamente, habían destrozado a palos el cajetín de la alarma. Como no es la primera vez que nos pasa algo así (por otra peor hemos pasado y doy gracias por que sigamos vivos) mi hermana, cansada, harta como toda la familia de estar siempre con la mosca detrás de la oreja, presa de la rabia y la impotencia, salió corriendo detrás de las ladronas y junto con una amiga a la que hubo avisado inmediatamente, y que llegó más rápido aún, consiguieron acorralarlas a la espera de que llegara la patrulla de la Guardia Civil. En un momento en que las pillaron con la guardia baja, las menores consiguieron escapar…

Me da igual que entren en mi casa y que arrasen con todo lo que pillen, pero que no lo hagan estando nosotros dentro.
He dicho que no es la primera vez que esto nos ocurre porque hará unos 10 años en una noche de verano varios tíos armados con palos de hierro entraron mientras dormíamos jugándose el tipo y haciendo y deshaciendo a sus anchas por las habitaciones de mi casa. Podría haber ocurrido una tragedia pero seguimos vivos y, he de decir, que bastante asustados desde entonces.
Lo que más miedo me da son los ladrones chapuceros. Prefiero a los sofisticados, los que se curran el robo, los que saben cómo hacer las cosas para llevarse todo lo posible y sin hacer daño a nadie. Los primeros van a veces a jugarse la vida si es necesario. Son gente que lo ha pasado tan mal en sus países que valora poco la vida propia y ajena y cuya reacción es imprevisible. Esto puede estar sonando a otra cosa, pero es así. Situaciones de este tipo están casi a la orden del día por donde yo vivo.
Hay dos cosas al respecto que me atemorizan aún más: el hecho de no poder estar tranquilo en mi propia casa si no está todo cerrado a cal y canto, la alarma conectada y la seguridad de que vendrán a socorrernos si algo ocurre y la vergonzosa indeferencia de la gente en general.
La mañana del robo hubo dos cosas que me indignaron y me hicieron odiar a la raza humana (y dentro de ésta al colectivo de los vecinos, en particular): en declaraciones a la Guardia Civil que acudió a mi casa, la vecina del final de la calle, cuya vida social se reduce a pasear a su yorkshire y recogerle las mierdas que el bicho suelta por doquier, declaró haber visto a dos chicas saltar de un jardín a otro. La mujer confesó que se quedó extrañada, pero no hizo nada al respecto. La segunda fue que mientras mi hermana y su amiga corrían detrás de las ladronas, se intercambiaban insultos y gritos, un señor que lavaba el coche a la puerta de su casa se quedó mirándolas con la esponja chorreando en la mano en lugar de ir a ayudarlas.

Un par de veces he visto por Madrid cómo robaban a la gente y no me lo he pensado un segundo en ponerme a chillar o avisar a la persona afectada de que la estaban robando, aún a riesgo de que luego vinieran a por mí (de hecho, la segunda vez tuve que salir corriendo y refugiarme en un portal). Creo que es lo que se debe hacer. No digo que actuemos como héroes jugándonos la vida, pero a nadie le cuesta hacer una llamada a la policía, ambulancia o a quien toque. De lo contrario, es que somos tan miserables que no meremos el apelativo de raza humana.

Me tenía que sacar todo esto de la cabeza.